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¡ P A Í s !



PREMIO NACIONAL DE FOTOGRAFÍA
MINISTERIO DE CULTURA
2017



Esta serie de imágenes, hace parte fundamental del proyecto “País, Homenaje en blanco y Negro”, que contiene más de 150 fotografías realizadas entre los años 70 hasta nuestros días. “País” es un doble homenaje. A Colombia, eje fundamental de mi trabajo con la cámara por más de 40 años, y al Blanco y Negro, lenguaje que considero único, propio e insustituible del arte de la Fotografía.

Está concebido en cuatro temáticas distintas que, sin embargo, se complementan en un recorrido visual que da pistas sobre el carácter propio de la “colombianidad”. Eso que nos hace únicos en un espacio, una geografía y unas costumbres históricas. La serie parte del paisaje mismo, montañas, ríos, mares, espacios en los que van apareciendo sus habitantes, sus conquistadores. El recorrido continúa por los entornos, registro de familias, de individuos en sus hogares, oficios anónimos o parcelas particulares sin los cuales no se entendería el tejido de nuestra sociedad. Luego, viene una colección de fotografías realizadas en las fiestas populares en donde celebramos nuestras tradiciones y damos fe del sentido de pertenencia a un lugar. Y por último, se incluyen acercamientos precisos a las manos que trabajan, moldean, cosechan y tejen el sello especial de Colombia.

Si hablamos exclusivamente del homenaje al Blanco y Negro, puede descubrirse la utilización de las prácticas más reconocidas del oficio. Ahí está la reportería gráfica, la visión contemplativa o reflexiva de lugares incomparables; la fotografía de calle como testimonio de una era, y, por supuesto, el retrato, la huella digital de un pueblo.










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La Pesca



Don Diego, Magdalena, 2015



palmas de cera



Valle del Cocora, Quindio, 2007



montañas del magdalena medio



Tolima desde el avión, 2004



hilar



Yingaka, Cesár, 2004



las meninas



Salgar, Antioquia, 2007



Los amigos



Villa de Leyva, Boya´ca, 2014



encaje



Providencia, Isla de Providencia, 1985



julio



Don Diego, Magdalena, 2016



PESCADOR EN LA NOCHE



Nueva Venecia, Magdalena, 2017



La Pesca



Don Diego, Magdalena
Fotografía digital



LA BANCA



Salgar, Antioquia, 2008



ANTONIA Y SU FAMILIA



Guambia, Cauca, 2017



NEVADO DEL TOLIMA



Mesitas, Cundinamarca, 2011



LA OLLA



Don Diego, Magdalena, 2003



UMAIRA Y SU COCINA



Sotaquirá, Boyacá, 2014



ENREDO EN EL MANGLAR



Parque Salamanca, Atlántico, 2007



MONTAÑAS DE NARIÑO



Sandoná, Nariño, 2008



VECINOS



CURITÍ, SANTANDER, 2008



FESTIVAL VALLENATO



Valledupar, 2006



CUADRILLAS DE SAN MARTÍN



San Martín, Meta, 2006



HILAR



Yingaka, Cesár, 2004



TELARAÑA



Montenegro, Quindio, 2012



TEJER



Mitú, Vaupés, 2007



MONTAÑAS DE CALDAS



Manizales, Caldas 2006



FANTASMAS



San Antonio del Tequendama, Cundinamarca, 1984



LOS OTÁS



Neiva, Huila 2006



CHACARITA



Manaure, Guajira, 2016



VECINOS



Curití, Santander, 2008



PREGUNTA SOBRE LA CONSTRUCCIÓN DE UN PAÍS



ANDRÉS GAITÁN



Desde hace más de cuarenta años el fotógrafo Fernando Cano lleva recorriendo el país tratando de descifrar con su cámara lugares, personas, detalles y rituales que hacen parte del tejido de toda una nación. Nos dice él que su registro, a pesar de ser bastante exhaustivo, sigue incompleto, y me atrevería yo a replicarle que esa tarea permanecerá para siempre inacabada por varias razones: seguramente la primera que muchos conocemos o hemos oído hablar y que trata sobre la riqueza infinita de nuestro país. La segunda porque una labor profesional de tanto tiempo siempre se renueva, siempre genera retos y metas que seguramente la van a enriquecer; y tercero porque veo en ellas y en su presentación una suerte de diario de un fotógrafo. Los diarios siempre quedan inacabados. Los diarios nunca se predestinan para darles un punto final porque en últimas el diario es un relato que se “escribe” en el día a día. De lo contrario, ¿cómo podríamos decir cuál será la última imagen que Fernando Cano tomará en este largo trayecto?

Si vemos en detalle esta serie de imágenes y nos detenemos a observar sus encuadres, su manejo del blanco y negro y sus calidades de luz y sombra, descubriremos que en ellas hay una mirada escultórica en unas, pictóricas y manejo del lenguaje del dibujo en otras. A menudo se topa uno con una especie de ventana anacrónica que se nos abre ante el mundo, que sugiere más lo que hay fuera de la imagen que la imagen misma. Esta sugerencia hace que la imagen sea mucho más fuerte que lo que vemos físicamente en ella. Podría suponerse en estos casos que en Fernando Cano la sugerencia de lo que no hay, hace que cobre valor el sentido enigmático de aquello que se está retratando. Esto nos va induciendo a un estado nostálgico por el país que ha pasado bajo nuestros pies y que a veces sentimos que se nos está yendo. La riqueza de una tierra, la diversidad cultural, el gusto por la sencillez, el sinsentido del progreso, y muchos más encuentros con aquello que ha sucedido y no volverá a suceder. La magia de la fotografía radica en eso; ya se ha dicho más de una vez que la fotografía es un registro que nos enfrenta a un duelo sobre el momento irrepetible. En la serie de Cano, es clara esta mirada que ya se nos escapó; ese momento, lugar o persona que fue, lo asumimos con cierto encanto doloroso.

Hay una campesina anciana con su sombrero sentada frente a una mesa de madera sobre la cual vemos algunas botellas de licor anisado y bajo ella una canasta de cerveza. Su mirada absorta está detenida en otro lugar y otro tiempo distintos al que vemos en la imagen. Dos perros bajo sus pies copulan también como si estuviesen viviendo otro momento y estuviesen en otro lugar. Nada de lo que hay en esta imagen concuerda: la viejita con su mirada perdida pareciera estar en un largo y profundo sueño despierto; el licor en grandes cantidades para ningún cliente en especial y los perros en su paseo sin inmutarse de lo que acontece a su alrededor. Es una imagen parecida a cualquier pintura de Giorgione, una imagen que nos habla de tiempos cruzados como si fuese un collage de los años 60, una imagen desvergonzadamente sencilla que nos invita a participar activamente en ella, a irrumpir en este espacio, a transitar por sus olores y ruidos. Una imagen que nos permite hacer preguntas acerca de cómo confluyeron estos elementos en un preciso instante. ¿Será acaso un fragmento de una película larga y silenciosa que se cierne sobre nosotros?

El recorrido por la obra de Fernando Cano potencia todo tipo de sugerencias que hace que estas imágenes precisas de momentos exactos sean un pretexto para escribir todo tipo de historias sobre la forma como hemos construido el paisaje junto con sus habitantes en nuestro país.







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